Origen
Algunos grupos primitivos adoptaron diseños propios para esta clase de artefactos, lo cual permitió diferenciar y caracterizar a las tribus que los elaboraron. En el siglo XVI, se varió el sentido de la palabra “club”. La acepción “instrumento defensivo con características propias” evoluciona hacía el concepto de “asociación”. En este caso, “reunión de individuos con intereses comunes, aceptación mutua y una norma general organizativa”, identificados por fines, principios y un modo de ser o estilo particulares.
En Inglaterra los clubes gozaron de gran popularidad a partir del siglo XVII, el Friday Street Club, fundado por Sir Walter Raleigh fue uno de los más antiguos que congregó socios con gustos literarios. Algunos clubes tenían restaurantes y en determinadas circunstancias hacían las veces de hoteles. Los hubo también de tipo político, siendo el más importante de ellos el de los jacobinos, fundado por miembros de la Revolución Francesa.
Clubes en Colombia
Los clubes en Colombia tienen sus antecedentes remotos en los círculos y tertulias de finales del siglo XVIII en Santafé, capital de la Nueva Granada. En 1789 se conoce el Círculo de Antonio Nariño, denominado Club de Lectores, cuyo objetivo fue congregar amigos para discutir asuntos políticos, científicos y literarios; la Tertulia Eutropélica fundada por el bibliotecario Manuel del Socorro Rodríguez en 1791 con el propósito de difundir las ideas de la ilustración y la tertulia del Buen Gusto que se reunía en la casa de Manuela Santamaría de González Manrique para comentar asuntos literarios y científicos, y en la cual también había ” baile, alegría, elegancia y decoro “, son indudablemente algunos ejemplos de los antecedentes de los clubes sociales en el país.
El actual departamento de Santander no fue ajeno en el pasado a este tipo de asociaciones políticas, literarias y pedagógicas. En la provincia del Socorro, reuniones semiclandestinas congregaron simpatizantes para discutir el eco de la Revolución Francesa y de la emancipación de los Estados Unidos, lo que posteriormente se concretaría en el movimiento independentista del Socorro en 1810. Las tertulias literarias de la educadora
Avelina Moreno Uribe, fundadora del Colegio femenino de la Concordia en la década de 1860 en el Socorro, y las Sabatinas de la Sociedad Didáctica de Santander bajo la dirección de su fundador Alberto Blume en la década de 1870, son algunos precedentes de asociaciones de personas que se congregaron privadamente en casas particulares.
Luego, por influencia de los inmigrantes a la capital de Soto, de la lectura y de los viajes de negocios de los comerciantes al exterior, estas agrupaciones se trasladaron a locales propios, y ofrecían otros servicios cercanos a un club social. En Bucaramanga, por ejemplo, desde 1848 existieron recintos para reuniones masculinas como las galleras o las casas con billar, en donde se dieron cita los caballeros para intercambiar ideas, jugar y tomar
aguardiente. Sin embargo, con la llegada de los extranjeros se introdujeron nuevas costumbres de sociabilización masculina, en las cuales además de diferenciar el espacio público del privado se le agregaban otros elementos de diversión; las tabernas alternaron con las guarapearías y permitían a los concurrentes sentarse en torno a una mesa para conversar mientras se tomaba el licor.
El Club del Comercio de Bucaramanga, fundado en 1872 bajo el nombre de Liceo de Soto, y el de Manizales son posiblemente los más antiguos del país. En las dos décadas siguientes se fundaron clubes en Medellín, Bogotá y Barranquilla, y los comerciantes de Cúcuta, Ocaña y Pamplona fundaron sus respectivos círculos que congregaron a los representantes del comercio. Desde allí se apoyaron eventos culturales o cívicos tales como veladas o conciertos, y la celebración de fechas patrias con tertulias, banquetes o bailes. De igual forma se hicieron transacciones comerciales y se tomaron grandes decisiones políticas.
Trayectoria
En 1996, la Junta Directiva del C lub del Comercio de Bucaramanga, presidida por Jaime Trillos Novoa, me confió la tarea de investigar la memoria de la institución en sus 125 años de existencia. Consciente de la importancia de la asociación en la historia de la ciudad, acepté gustosa el encargo, esperando reafirmar mis suposiciones con la lectura cuidadosa de los libros de actas, estatutos, reglamentos y correspondencia del Club. Infortunadamente, me encontré con la sorpresa de que dicha documentación corrió con la misma suerte de otras fuentes documentales de la región, las cuales han ido desapareciendo paulatinamente por los insectos, la humedad y el olvido. Los libros de actas más antiguos del Club son de 1890 en adelante; y la información consignada en ellos es casual, fragmentaria y escueta.
Ante la ausencia de ese material primario, recurrí a los archivos municipales, notariales y parroquiales, a los periódicos de la época y a los importantes estudios históricos, económicos y sociales de la región, a los archivos fotográficos y a la información suministrada por los socios, para entender las razones que tuvieron un grupo de caballeros para fundar en 1872 una corporación cuyos orígenes se ubican entre los años finales del Radicalismo y los inicios de la Regeneración.
Las fuentes documentales primarias y secundarias consultadas reseñan la importancia que había adquirido Bucaramanga, capital de Soto, en el decenio de 1870, como centro comercial de la región y sede de activos y prósperos comerciantes santandereanos, bogotanos y extranjeros.
Las publicaciones oficiales como La Gaceta, La Escuela Primaria y El Pestalozziano me permitieron ubicar la actividad de los fundadores del Liceo de Soto, lo que reveló que en su mayoría eran santandereanos y que su principal ocupación en ese momento era la enseñanza en las escuelas de Bucaramanga, hecho reafirmado en el nombre que dieron a la naciente institución la cual tuvo una corta existencia.
En 1873, cuando se reorganizó bajo el nombre de Club de Soto, los objetivos fueron más amplios: “estrechar las relaciones comerciales y literarias del departamento de Soto “, razón por la cual se vincula un grupo poderoso de comerciantes santandereanos y extranjeros residentes en la ciudad. Tres años después de los transtornos políticos que lo dejaron casi disuelto, se reabrió como Club del Comercio. Para esta fecha, como lo atestiguan los archivos de la Notaría Primera de Bucaramanga, los socios fundadores han dejado sus ocupaciones de educadores, para formar parte de la banca, de la política y del comercio.
Inicios Club del Comercio Bucaramanga
Desde sus inicios como Club de Soto, contó entre sus miembros a los comerciantes más influyentes de la ciudad, los protagonistas del progreso y de la política regional. En buena parte los integrantes del Club fueron políticos por afición. Pertenecientes a uno u otro partido tomaron parte activa en los conflictos bélicos que tuvieron como escenario la región: En 1876, 1885, 1895 y en la Guerra de los Mil Días, hechos que motivaron clausuras del centro social y reestructuraciones con nuevos objetivos.
Desde el año de 1875 los extranjeros hacen parte de la institución social y pronto rigen sus destinos. De 1880 a 1905, siete de los presidentes son alemanes, y uno danés, lo que influirá en su desarrollo y en las costumbres que se establecen dentro del Club.
A partir de su fundación, la trayectoria del Club del Comercio de Bucaramanga se confunde en determinados momentos con la historia de la ciudad y de la región. Es por ello, que el proceso político y económico y una visión de la ciudad se hacen imprescindibles en la crónica de la institución. De igual importancia son las actividades culturales y sociales que se desarrollan en el Club, las cuales se van modificando de acuerdo con la época, contrastando la solemnidad de ayer con la informalidad de hoy.
El traslado a la Plaza de Santander en 1922 a un edificio estilo neoclásico, le imprimió carácter, elegancia y distinción. A pesar de los problemas económicos que lo aquejaron por más de veinte años, y llevaron hasta su embargo, en 1941 el Club toma posesión de su sede. A partir de esa fecha, reformas e innovaciones han adaptado su estructura a las necesidades del momento y de las circunstancias.